martes, 10 de abril de 2012

Una de cine

¿La vida es cine o el cine es la vida? Lo único que se es que yo soy las películas que me han marcado.

Trainspotting (Danny Boyle, 1996): Mark Renton elige no elegir la vida (y lo que conlleva: la hipoteca, la mujer, la TV, los hijos etc...) y elige la heroína. Donde otros tienen un montón de problemas, Mark tiene solo uno, la heroína. Mark llevaba razón en un hecho que comparto: Los problemas normalmente no llegan, se adquieren.

Wall E (Andrew Stanton, 2008): El mundo ha terminado pero un robot sigue trabajando incansablemente recogiendo basura. No hay sonidos ni voces, solo nuestro amigo y sus compactos bloques digeridos de basura. ¿Hasta cuando seguiremos con nuestras rutinas mientras todo se desmorona alrededor?

En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993): ¿Para cuando una película de este calibre sobre el terrorismo en el Pais Vasco? Obviamente no solo de tanta calidad como la obra maestra de Sheridan (que, por supuesto también) sino tan honrada. El problema del cine en España es la falta de talento.

El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962): Quizás nada de lo que nos parece sea real, al fin y al cabo. Una reunión social que no termina nunca es una pesadilla suprema. Y si quieres llevar manos de pollo en el bolso, que no te importe, a otros les da por amasar dinero.

Up (Peter Docter, 2009): El mundo no sería nada sin amor. Todos recorremos muchos kilómetros por amor, a nuestros padres, a nuestra pareja, a nuestros hijos. Trabajamos y compramos casas con un dormitorio de más por amor. Cocinamos por amor. Vivimos porque amamos. Aquello que hagas por amor nunca se convertirá en remordimiento. Los 30 minutos más románticos del cine reciente son dibujos animados. Paradójico.

Roma ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945): El mejor documental siempre es el falso: servirse de una ficción para contar una realidad, aprovechándose de situaciones deliberadamente creadas, en el marco que se pretende relatar. La ocupación Nazi para mi es la narrada aquí, ni mas ni menos. Y aquí fue donde me enamoré de Anna Magnani.

Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957): El ejercicio abyecto del poder es una causa inequívoca de la infelicidad de muchas personas. El poder maneja los resortes y actúa con extrema crueldad para perpetuarse. La trama es la de un mando del ejercito francés que, durante la primera guerra mundial, ordena un ataque suicida de su batallón. Cuando sus soldados se repliegan, ordena disparar sobre ellos. Para resolver el amotinamiento, los generales, en vez de deponer al inepto, deciden fusilar a tres soldados "cualquiera" de los cuadros amotinados elegidos entre los mandos intermedios. Alucinante, ¿no?. Pues está basada en hechos reales.

Y, por último, El Buscavidas (Robert Rossen, 1961), el retrato de un perdedor, Eddie Felson, que nació para serlo, aun teniendo las mejores cualidades. La vida no son solo aptitudes ni conocimientos, es amor y voluntad. Cuando el gordo de Minnesota se lavaba la cara, Eddie Felson apuraba su petaca de Whisky y horas (días) después sucumbiría a su destino. El ritmo perfecto, la fotografía en blanco y negro de interior, las atmosferas de humo y la explosión emocional de Paul Newman configuran un retrato del alma humana insuperable.



Hablar de cine y no mentar ninguna película de temática mafiosa me resulta un poco raro. Adoro El Padrino (las tres partes), Uno de los nuestros, Casino o Erase una vez en América (entre otras) y, por eso mismo, creo que merecen una entrada aparte. Solo una tilde en este relato: Michael recordando a Apolonia en El Padrino III.