martes, 28 de abril de 2015

Nepal en el corazón

La vida fluye pero los cauces, a menudo, se desvían. Una paradoja vital es que uno vive el día a día tomando pequeñas decisiones aparentemente livianas pero, en el medio y en el largo plazo, el destino muchas veces difiere de las decisiones tomadas. Si uno vive solo en el medio plazo, sufrirá por no atender el día a día y viceversa, siendo a menudo un hecho que, al volver la vista atrás, comprobamos que no hemos diseñado el futuro que tuvimos y el presente se antoja caprichoso, flotante y liviano.

Pero algunas veces, cuando uno echa la vista atrás, encuentra momentos en los que los arboles y el bosque son especialmente visibles, conjurados y juntos, momentos que por una cosa u otra te han cambiado la vida y que son curvas reconocibles en el camino, puntos de inflexión. Estuve en Nepal en Septiembre de 2010, hace ya casi 5 años y, con esa perspectiva, sé que ese momento marcó mi vida, la gente que conocí, las decisiones que tomé y, sobre todo, entender que otras realidades son posibles, otra vida, otros gestos, otros valores. Conocí lo que muchos llaman tercer mundo y que, simplemente para mi, son países menos desarrollados en lo económico. Conocí, asimismo, el trabajo de las ONG y, especialmente, a dos españoles que tras una década en Katmandú regentando orfanatos de niñas con cargo a ONGs españolas, mostraban un entusiasmo tremendo por lo que hacían, amaban a sus niñas, peleaban a diario y convertían el mundo en un lugar mejor, con el aire más limpio. Conocí gente local que tenía poco pero ofrecía algo, sonrisas permanentes en las caras de los niños, amabilidad por cada rincón... ¿Que es el desarrollo? ¿Que valores representamos el mal llamado primer mundo? ¿Que podemos hacer para mejorar nuestra vida? Esas preguntas y otras muchas empezaron en Nepal, en Katmandú, en Pokhara, en Nammobudha, en el Annapurna, en Chitwan, en calles polvorientas, en atascos inmundos, bajo toneladas de cables, en un pais de gente enjuta y sonriente que reposaba sobre sus dobladas rodillas, en el climax del budismo, en los picos más altos, en la tierra de rinocerontes, en la Pagoda de la Paz Mundial, en lagos y en abruptos valles, en Nepal, al fin y al cabo, en ese remoto sitio. 

Nepal en el corazón, también vosotros los que fuisteis mis compañeros de viaje y con los que comparto hoy el dolor por un sitio que cambió mi vida. También vosotros me cambiastéis: Bea, Raquel, Almu, Emi, Paz, Iratxe, Rosa, Lola, Sonia, Paco, Alex, Babi, Silvia, Pablo, Juana, Alfredo, Marta, Pedro y, sobre todo, Ángela. Yo volveré, muchos lo haremos.