domingo, 21 de abril de 2013

Cuentos de Abril

Tras dormir debajo de una ligera manta, muy bien, tras el pesado viaje del día anterior, decidí levantarme tarde y no desayunar. Una vez despertada entre el silencio, tan solo iba a beber un té verde mientras observaba la intensidad azul del Océano Atlántico. Coloqué un cojín en el asiento bajo de mimbre de la esquina y me acoplé, levemente recostada. Acerqué la mesilla oscura del otro lado de la cama para dejar la taza y abrí la puerta de la terraza para escuchar el repetido rugido de las olas.

Cuando los posos se quedaron secos me vestí con una falda amarilla y negra y aquella camisa verde que me regalaron hace años y me dirigí a la calle. Caminé tranquilamente por las calles de arena hasta la casa de mi amiga, la que se vino desde nuestra aldea hace años siguiendo a su marido, donde comimos arroz con pescado. A pesar de no tener ganas, una vez comidos, nos echamos una pequeña siesta. Por la tarde estuvimos hablando, jugué un rato con sus hijos y, después de un buen rato, cuando se aplacaba el calor, me dirigí al mercado a comprar un poco de gel y una bolsa de cayena que me había pedido mi madre. Estando en el mercado me detuve en un puesto pequeño, regentado por un anciano, que vendía bisutería de colores. Tras comentar lo divino y lo humano y, a pesar de no comprar nada, tomamos un té, tranquilamente, y proseguí mi camino. Era la primera vez que salía de mi aldea y las distancias me parecían enormes. Dudé tanto en aceptar la invitación que todo tenía un aire de irrealidad.

Llegué a la casa de mi anfitrión, cené un poco de arroz con salsa de cacahuete y me senté, otra vez, delante del mar de Mbour, ya con un poncho sobre los hombros para abrigarme. Comprobé que no tenía llamadas en el móvil y esperé a que llegara el sueño. Ya en la cama, relajada, me pregunte a mi misma: ¿Que voy a hacer mañana?

Me llamo Aminata, tengo 30 años hoy es el primer día de mi vida que me lo pregunto.

Dedicado a todas las mujeres africanas que nunca tienen tiempo.

jueves, 18 de abril de 2013

18 unidades de tiempo en Dindefelo

Estoy de vuelta, yo mismo, pero de manera mejor (Moi meme, mais reussi) **

Por cuarta vez he pasado tiempo en Dindefelo, a los pies del plateau que supone frontera entre Senegal y Guinea Conakry. Esta vez han sido 18 días, más tiempo, mayor intensidad. He conocido aldeas remotas y miradores de cuento del siglo XVIII. Pero sobre todo, he conocido gente. La realidad permanece, los primates cambiamos.

Debemos ser conscientes de que los adelantos tecnológicos que nos rodean nos han permitido, básicamente,  disponer de tiempo. Una mujer africana con una lavadora, un lavavajillas, un grifo con agua corriente, luz eléctrica, una cocina y utensilios de peluquería dispondría de 6 horas diarias extra. Éstos son conceptos básicos de los que disponemos en nuestro mal llamado primer mundo y no entro a valorar otros adelantos, como la industrialización. ¿En que emplearían ese tiempo? ¿En que empleamos nosotros ese tiempo? ¿Realmente importa? Siempre que vuelvo de África traigo la maleta con más preguntas que respuestas.El camino es tortuoso y el objetivo es difuso pero, a los lados del sendero, veo luces, veo estrellas. Han sido 18 días fantásticos en Dindefelo (25 en Senegal), sin Internet, sin comida rápida, sin noticias de España, sin la crisis, sin Whatsapp, sin tiendas, sin cafeterías... Todo se ama y todo se echa de menos pero el tiempo pasa y pasa de la misma manera.

Los ritmos en esa esquina de Senegal, son bajos, achicharrados quizás por el calor. Normalmente me despierto con la llamada a la oración de las 5 y media de la mañana que viene sucedida por la impronta del gallo de Ahmmadou, mi anfitrión. Tras desayunar, con total tranquilidad, voy haciendo lo que toque en el día (reuniones, visita a proyectos, turismo), ocupando la mañana. Tras la comida (siempre arroz con alguna salsa, cacahuete, Jako) siesta y visita a la cascada. por la tarde cerveza y un bocadillo de huevo o tortilla 8o cous cous alguna vez). Y siempre compañía. Solamente eso. Nada más que eso. Nada menos que eso. Desintoxicación física y espiritual, siempre con el horizonte de Yakaar Africa y los proyectos pero aprovechando el tiempo para salirme de la espiral de imbecilidad y ausencia de valores de España y de los españoles.

Vamos reentrando poco a poco y marcando el horizonte.

** François Mauriac, cuando le preguntaron que le gustaría haber sido contestó ésto, algo así como: Yo mismo, pero de manera excelente.