lunes, 12 de diciembre de 2016

Lugares: Salvador de Bahía.

En Brasil la Luna no miente...

Salvador de Bahía, 8 días, mi primera experiencia en Brasil, un país del que he oído hablar mucho, del cual tengo amigos y que he admirado de alguna manera recientemente. Allá van mis sensaciones acerca de la que fue la primera capital de Brasil, durante 2 siglos.

En Salvador de Bahía reside la esencia de lo peor de la humanidad en los últimos 25 siglos: La esclavitud. Es la ciudad más negra de Brasil y la ciudad con mayor porcentaje de población negra o mulata fuera de África (junto a Detroit). Fruto del vil trasiego de la población africana hacia las plantaciones de caña de azúcar y minas de oro ha quedado una ciudad con el mayor centro histórico colonial de América latina, el Pelourinho, patrimonio de la humanidad, reflejo de un pasado glorioso con pies podridos, fruto de una bonanza manchada de sudor africano que abarcaron tres siglos de prosperidad. Brasil fue el último estado en abolir la esclavitud, en 1888. Hoy en día la segregación económica sigue, con una minoría blanca claramente más opulenta que la clase media, negra y mulata, y lejos, lejísimos de la inmensa favela que rodea la ciudad.

No obstante, superadas las nauseas, el Pelourinho es precioso, con palacios, iglesias y conventos de presencia barroca y colonial, colorido y adoquinado. Por la noche una batucada recorre las calles y numerosos "largos" ofrecen música en vivo.


Iglesias gemelas en el pelourinho (2 de muchas)


Distribución de esclavos en un barco negrero. Horror.


Esa esclavitud, esa vergüenza de la humanidad, ha dejado una cultura riquísima. Bahía es la cuna de la Capoeira, baile de esclavos angoleños en su origen. Bahía es una ciudad de arquitectura barroca y donde hay 365 iglesias católicas en un maravilloso centro histórico. Bahía es la cuna de una religión animista llamada Candomblé, descendiente de las religiones africanas. Y música, mucha música, por todos lados. La cuna de Caetano Veloso y Gilberto Gil, entre otros, es una pista de baile... Todo el mundo baila y truenan altavoces distorsionados por todos lados. Asisto a un concierto de artistas bahianos al lado del lago de Abaeté ("agua negra en medio de arena blanca") y me impresiona la fuerza de los ritmos bahianos, percusión, cavaquinho y voces negras, como la de Margaret Meneses que llena el recinto con una voz rota y magnifica, respondida por una multitud que se mueve y se mueve y se mueve y se mueve... País de música, país de baile, país de caderas. País de Carnaval, del que todo el mundo habla y que, apriori, parece la madre de todas las fiestas.

Me siento bien en las playas de Salvador. De entre todas, unos 50 km al norte, la Barra de Jacuipé es especial. En la desembocadura del río del mismo nombre, dos playas enfrentadas de arena blanca, arrecifes de coral y cangrejos amarillos. Una suave brisa suaviza los 34 grados y la cerveza, helada, acompaña la sensacional moqueca de peixe (una especie de caldereta de pescado) que comemos con los pies casi en el agua. En las playas de Bahía te ofrecen de todo estando sentado en tu silla: Sopa de pescado, Peces fritos, chuches, gafas de sol, ropa, manteles, guindillas, helados, frutos secos y sobre todo queso a la brasa. Si: Queso a la brasa, horneado allí mismo, bajo un sol de justicia, que parece uno de los gustos más populares bahianos a tenor de los cientos de vendedores ambulantes que lo ofrecen. Las olas son maravillosas y me permiten surfear pronto a la mañana: A las 7:30 ya estaba en el agua dispuesto a pegarme con las olas. Disfruto como un niño en el agua a 26 grados, sin neopreno y progreso sobre la tabla, poco a poco.



La gastronomía bahiana es extensa. He comentado ya la moqueca que me ha parecido espectacular, una caldereta de pescado (o camarones) cocinada en un caldo de verduras y acompañado por arroz y un puré como de boniato. El punto de picante siempre al lado. La carne do sol, carne de ternera y puré de patata, los bolinhos (croquetas), el bacalao, el frango (pollo)... ¡tantas cosas! Todo a la orilla del mar, al aire libre, en un verano eterno de palmeras y cocos que se beben, de aromas mezclados. La gente vive en la calle, siempre hay ambiente en Salvador. Las plazas de Itapua (el barrio donde me he quedado) son un hormiguero de puestos de comida, de corros de gente, de bailongos y bailongas y de fervor católico. El día de la inmaculada una multitud asiste a la misa al aire libre. Atardece en Bahía.


¿Y que más decir?, pues unas pìnceladas:

  • Los autobuses son sui generis (no hay rutas basadas en números) pero funcionan bien. hay que pararlos para que te cojan y los conductores son bruscos pero es sencillo de entender su funcionamiento (no como en Nairobi, por ejemplo).
  • No parece una ciudad insegura, aunque las estadísticas dicen que lo es. Las zonas del frente marítimo, desde luego, son muy seguras y el pelourinho tiene mucha presencia policial. Asimismo es seguro que no se debe entrar bajo ningún concepto en ninguna favela.
  • La cerveza la sirven helada y la más rica es la Skol. Todas son cervezas Lager suaves, de baja graduación alcohólica, perfectas para la playa.
  • La población está ciertamente obesa (no toda, obviamente). La explicación mas factible es la mala alimentación, la baja calidad de los aceites y el abuso del fast food. Esto yo ya lo he observado en otros ámbitos urbanos del tercer mundo. 
  • Las mujeres visten con ropa muy apretada y los hombres en bañador y sin camiseta.
  • Brasil es un país tan amable con el turista como despiadado con el inmigrante, que tiene casi imposible conseguir papeles. Mas o menos igual de despiadado que la Unión Europea con los brasileños. Mierda de mundo ¿no?
  • Anochece pronto y amanece pronto. El ritmo vital se acopla enseguida y ningún día me despierto más allá de las 6.30.
  • Comparado con África, el nivel de vida es claramente mayor, hay servicios de recogida de basuras, de limpieza de la playa, por ejemplo. También los comercios son mejores, están más limpios y están mejor surtidos. Se ve gente vieja.
  • El fútbol está muy presente. Camisetas y merchandising de los dos equipos de la ciudad, Bahía y Victoria, están por todos lados. Asimismo se juega en la playa de manera masiva y ordenada. También se juega al futvolley.
  • En general, la gente hace deporte, existen instalaciones y se practica running, bici, baloncesto y el citado futbol playa y futvolley. ¡Ah! y se practica muy pronto: A las 6:30 en el paseo maritimo y en la playa ya abundan los deportistas.
  • A los bahianos les apasiona el dominó. ¿A que esto no te lo esperabas?. Se juega por todos lados.


Y cuando cae la noche, la luna no miente, la C es creciente en Bahía.




viernes, 2 de diciembre de 2016

Tras meses (4) sin escribir, la victoria de Trump, el desarrollo futbolístico portentoso de Gareth Bale, mis visitas a Barcelona, la película "El ciudadano ilustre" y otros aspectos vitales eran ideas sobre las que me apetecía escribir. Sin embargo, ya que vienen días de fiesta, lo que más me pide el cuerpo es escribir un cuento.

UN CUENTO DE DICIEMBRE

En el momento que murió el padre, en su cama, todo aquello que había flotado en el ambiente, el elefante en la habitación, se tornó lluvia sobre la pesada alfombra. Todo, el caserío, los terrenos, los animales, los heredaría Roberto, el mayor, el primogénito. Para Sandra y Luis, el fértil destierro, según las leyes viejas, recibidos siempre pero en casa ajena. 

Llámales, que vengan. Dales la noticia por mí. Sandra no tardará mucho. Luis supongo que mañana estará aquí, tendrá exámenes. - Le dijo Roberto a su tío Juan - 

El mundo reducido a un monte verde, tan hermoso en otoño que no había manera de pintarlo con justicia. Las hayas, los robles, los hongos, las hojas. Ese silencio tan turbador. Un lugar remoto gobernado por leyes tan antiguas que los mismos libros, polvorientos, pesaban como el plomo y jamás se abrían. Culturas permanentes, útiles de labranza, hierro forjado, seguridad extrema y endogamia. El baile solamente los domingos y trabajo, mucho trabajo, a diario. El destino en letras negras indelebles. Una vida tan sana como previsible.

Roberto fue consciente de su futuro ya joven y en un principio se sintió afortunado. Sandra y Luis irían a estudiar a la ciudad y él, el mayor, asumiría el timón de la familia. Se sintió importante durante un tiempo, adolescente, antes de soportar los primeros altibajos, los primeros desgarros del alma, los primeros tirones del destino. La vida prosiguió hasta el insólito desenlace de manera plácida, tranquila, en ese paraíso terrenal a una hora de todo, casi en silencio, con las rutinas ajustadas y la contemplación convertida en un arte.

El entierro del padre tuvo lugar en el minúsculo cementerio que se acurrucaba al lado de la iglesia. Allí, Roberto se dirigió a su familia.

Mama, hermanos, familia. La muerte de nuestro padre, de nuestro marido, de nuestro hermano, ha de ser un momento de recogimiento, de sentirnos más familia que nunca. Todos hemos sido felices a su lado y el destino, el futuro, debe reflejar su recuerdo y nuestra felicidad. Pero lo segundo por delante de lo primero. Siempre.

Ya por aquellos días de otoño, casi invierno, Roberto había conocido a Naia. No solo eso, se había enamorado de ella. Más aun: Había llegado al convencimiento de que era la mujer de su vida, aquella de la cual nunca se cansaría. El amor, el deseo, el cariño, de manera intermitente, llegaron en una fiesta en la ciudad, presentados por un amigo común y desde entonces, él escamoteaba tiempo, fines de semana, para ir a verla a su Galicia natal, pleno de ilusión. El viaje de ida siempre le parecía mucho más corto que el de vuelta. 

Naia nunca vendría a vivir aquí, al país Vasco. Sus dos hijas de una relación anterior, dos princesas de ojos verdes y mirada noble, se lo impedían: Su ex pareja, marido aún, era de allí y esas niñas no debían moverse de su circulo de confianza. Y en esa tesitura, con el amor atravesando sus músculos, con el roce de Naia tan presente, tan desnudo, durmiendo con ella aún cuando no estaba, Roberto comenzó a sufrir. Toda la familia, toda una construcción alrededor de una tradición dependía de él, de su sumisión, de su capacidad para aceptar el destino. Su corazón supuestamente duro se convirtió en cristal y Roberto fue un juguete roto durante meses. Su Madre ya lo sabía. 11 meses después de la muerte de su padre decidió juntar de nuevo a la familia.

Luis, Sandra, todo para vosotros, el caserío, las tierras, todo. Mamá, ellos cuidarán de ti. Necesito desprenderme de todo aquello que me ha tocado y conseguir algo por mi mismo. Ésta es Naia, es la mujer de mi vida y me voy a vivir con ella y con sus dos hijas a Galicia, a un pueblo de Lugo. Siempre os llevaré en mi corazón pero nunca estuve tan seguro de algo en toda mi vida. Tengo que hacerlo.

En ese instante, Roberto era Parménides, un ser libre por primera vez en la vida. Rico en emociones y pobre en lo material, ligero, caminaba como de puntillas, desnudo, delgado, ufano sobre unas astillas rojas pero frías, por una vida que sentía que ahora sí, le pertenecía. Los suyos, los de verdad, siempre le apoyaron, desde el primer momento. Luis se hizo cargo del caserío a pesar de haber estudiado filología y siempre conservó intacta su habitación para las visitas ocasionales de su hermano, su cuñada y su numerosa prole. Sandra siempre mantuvo un contacto caluroso, les visitó allá en el fin del mundo muy a menudo y procuró acudir siempre al caserío para poder coincidir con ellos. En el fondo, ambos le envidiaron toda la vida.

Hubo gente en el pueblo que nunca se lo perdonó y siempre le trató con condescendencia. Otros le auguraron un futuro gris y se equivocaron de pleno: Falleció 50 años después acompañado por Naia a orillas del océano atlántico. Su mujer, ese ángel rubio, le sobrevivió unos años y fue enterrada junto a él. Quiso y fue querido.



Esta historia no es mas que un reflejo de la mayor historia de amor del siglo XX: La de Edward VIII y Wallis Simpson. Edward VIII, rey de Inglaterra, abdicó por amor y vivió con su amada, americana y aún casada cuando iniciaron su romance, toda su vida, apartado de la monarquía, extranjero y feliz. 





Primeros de diciembre, me voy a Brasil. Buen puente a todos. Con muchas comas.