lunes, 22 de septiembre de 2014

Lecciones de un referendum

Escocia seguirá siendo parte del Reino Unido. Que nada cambie a priori, no significa que ya hayan cambiado algunas cosas. Esto no va de ver crecer arboles sino de plantar semillas.

Primera: El referéndum se ha producido. Y no ha pasado nada. Cameron, primer ministro de la unión, al ser interpelado acerca de sus razones para permitir el referéndum contestó: "Soy un demócrata". Una obviedad. Quizás la diferencia entre el Reino Unido y España es precisamente esa: La madurez de la democracia, aceptar voluntades, respetar minorías, confrontar modelos, desde un sentido amplio de responsabilidad y no desde una trinchera. El debate escocés ha traído una relación de consecuencias ante cualquiera de los resultados que ha resultado sumamente enriquecedora, desde puntos de vista sociales, económicos etc...

Segunda: Escocia pudo ser independiente antes que Irlanda del Norte. Históricamente, las naciones se han forjado en cruentas revueltas, en guerras, en revoluciones. El nacionalismo es causa fundamental de guerras y aniquilaciones, junto a la religión, las dos pasiones de toda la vida. Este caso es llamativo por la paciencia y el debate sano que se produjo al amparo de la consulta, sin ningún viso de violencia previa o posterior.

Tercera: Los perdedores lo aceptan. Quizás sea esta la lección más importante. Una reacción peligrosa (y probable) hubiera sido poner en duda aspectos técnicos de la consulta u otros para descalificar el resultado y volver a las reivindicaciones, solicitar una nueva consulta y atrincherarse. Pero no ha sido así: "Esto cierra el debate para una generación", en palabras de mi respetado Cameron. Y así debe ser, nuestros hijos que vuelvan a decidir pero nosotros ya hemos elegido el camino.

Cuarta: Los ganadores reconocen el resultado. Un 45 % voto sí a la independencia y no es cuestión baladí. Los escoceses ya aprobaron su autonomía y ahora la refuerzan, en connivencia con Londres, para tener un modelo de estado acorde a la ciudadanía.


Y en España que: Pues las comparaciones siempre son odiosas pero en este caso son apabullantes. Catalunya plantea un referéndum que el gobierno español no permite (lección 1). Un eventual resultado no sería aceptado plenamente por ninguna de las partes (lecciones 3 y 4) y se alude la legalidad (¡como que no se cambiaran las leyes!)  para no permitirlo, en vez de la razón que debiera ser básica, el consenso de los españoles. Obviamente, en estas condiciones, el referéndum no debe producirse.

Los nacionalistas se atrincheran en ambos lados del campo de batalla, Barcelona y Madrid. Lo cachondo del asunto es que los nacionalistas catalanes solo lo plantean confiando en ganar y Madrid no lo permite porque saben que pierden. Leyes y policía, nada de derechos ciudadanos ni de sentido común. No hay negociación alguna sobre las bases de las voluntades, aplicando los nacionalistas, de manera abyecta, el principio revolucionario de acción - reacción para beneficiarse en las urnas del conflicto creado, que alimentan sin evaluar las consecuencias más allá de los siguientes comicios que, por otra parte, anticiparán (lección 2). Y Rajoy, que ni ve ni quiere ver tampoco más allá, entra al juego de manera calamitosa, para salvar su granero de votos en el nacionalismo español, su núcleo duro, de manera igualmente irresponsable. La sociedad más polarizada que nunca y enfrentada como resultado, en contraposición al caso escocés donde la sociedad ha hablado y se ha reconocido a si misma, como en un espejo de zafiro.

Mas derechos civiles y menos nacionalismos, esa es, paradójicamente, la principal lección que los británicos nos han dado. Aprendamos todos.