miércoles, 20 de noviembre de 2013

Parques Nacionales de Kenya. Somos unos animales

Lo somos. Además del disco de Extremoduro del 91, con la gloriosa "quemando tus recuerdos" entre sus canciones, me parece una sentencia absoluta y vital que no es tampoco, tan evidente. La filosofía, la psicología, la medicina y otras supuestas ciencias han tratado de explicar nuestra esencia durante siglos, la existencia de Dios, el significado de la muerte, los caminos a la felicidad…, todo, y, sin embargo creo que en el fondo somos unos animales con ciertas virtudes y ciertas taras. Supervivencia propia y de la especie, sexo, comida, bebida y amor. Y nada más. Como los impalas, los leones o los elefantes. Visitar los parques nacional de Lake Nakuru y Masai Mara, observar las pulsiones y la organización social de diversas especies, tan distintas como el búfalo o el dic dic (perdonad, pero no sé el nombre en ingles, un diminuto plantígrado, similar a una gacela pero mucho más pequeña, que vive en pareja toda la vida y mueren en pareja, en un intervalo de tiempo muy corto) me hace reflexionar sobre la nuestra. Nos creemos civilizados y dominantes, desarrollados, más inteligentes y, en definitiva, superiores respecto al reino animal pero quizás no lo seamos y estemos por este mundo en nuestra manada y en nuestra familia, sobreviviendo, protegiendo a nuestros hijos, deambulando porque no nos queda otro remedio, estando simplemente predestinados a ello. Somos unos animales. En el viaje a estos dos maravillosos parques nacionales, la observación de fauna alcanza un punto culminante. Entre este viaje y el del año pasado (nostalgia extrema) a Península Valdés he visto especies fantásticas en su hábitat y es precisamente las pequeñas cosas, la organización social de las especies lo que de verdad me ha maravillado y sorprendido.

El Impala

Fantástico plantígrado, del tamaño de un corzo, de piel rojiza. El macho alfa, dominante, vive con todas las hembras del grupo. Por otro lado, el grupo de los solteros no se separa mucho de esa posición pero tampoco se acerca para no desatar las iras del macho alfa, el más fuerte. Por primavera llega la época del apareamiento y el macho alfa trata de montar a todas las hembras, acabando reventado. Es en ese momento cuando el más fuerte (y osado) de los solteros le asalta. Si le gana la pelea, lo cual suele pasar, se queda a todas las mujeres y manda al alfa con el grupo de los machos solteros.



Los grandes felinos. El León, el Leopardo y el Guepardo

El único que tiene organización social es el León, el más grande de todos, donde el macho es un vago redomado que duerme a la sombra durante 18 horas diarias y es la hembra la que se encarga de cazar para ella y para los cachorros. Durante el safari vemos tanto grupos con macho dominante como machos jóvenes, solitarios, que se trataran de ganar la vida como puedan antes de conseguir alguna hembra. También el último día un grupo de hembras y cachorros dan buena cuenta de una cebra. El Leopardo es solitario y tímido. Llegamos con la furgoneta a una manada de cebras y el conductor se percata de la quietud de éstas, mirando todas en una dirección. Se sale del camino hacia un pequeño cauce, en dirección a donde miran las cebras y allí está el leopardo, solitario, sigiloso. Son los grandes trepadores y pueden subir cualquier árbol lo que le viene muy bien a las hembras para proteger a las crías de los depredadores. De manera fantástica e impresionante, vemos un leopardo afilando los ojos encaramado a una acacia. Cuando llegamos con la furgoneta, baja por delante nuestro, habilidoso y sin hacer ruido. El guepardo es el sprinter, con sus patas desproporcionadamente largas es tranquilo y quieto, pero impecable, una leyenda. Vemos uno, descansando debajo de un arbusto, inmutable.

Un león joven, de melena poco rojiza, solitario.

El leopardo, sigiloso.

El guepardo con sus larguísimas patas y cola.


El Elefante

El mayor animal por peso de la sabana, medirán unos dos metros y medio hasta el lomo y debo decir que los esperaba más grandes, quizás por esa composición de lugar que se hace uno respecto a ellos, en la infancia. Viven en familia, no separándose mucho unos de otros con la cría siempre a pocos metros de la madre. Son entrañables y nos miran con aprehensión, en alerta, con una especie de inteligencia extraña (los felinos, apenas nos tienen en cuenta). La madre protege con la mirada a unas crías que son unos seres absolutamente preciosos, pizpiretos, agitando las orejas. Cuando una cría de elefante se queda huérfana, no sale adelante. Comen todo tipo de hojas y ramas que manejan con la trompa con una asombrosa habilidad, con movimientos suaves y coordinados, llevándolo a la boca. Que animal más extraño, como de otro mundo.



Jirafas y Búfalos

Los búfalos se mueven en manadas inmensas y cuando están solos son peligrosos. Los machos mayores llega un momento que ya no tienen fuerzas para seguir en la manada, peleando por las hembras y se retiran en grupos de 4 o 5. Son gigantescos y se defienden en grupo de los depredadores, actuando en conjunto. Las jirafas, también en manadas pero más cortas. Asistimos al cortejo de una Jirafa Masai macho (la más común; la Rothschild, en peligro de extinción está en Nakuru y existe otra, la denominada reticulada) a la hembra que consiste en agotarla físicamente corriendo detrás de ella, mientras otros machos menos portentosos esperan su turno. Cuando corren, con esas patas de más de dos metros, son graciosas, alcanzando gran velocidad a cámara lenta.

A la sombra. Es temporada seca.

El negro brillante de los búfalos es impresionante.


El Rinoceronte

De repente se oye un ruido. Me giró y alcanzo a ver un rinoceronte blanco en estampida que libra por los pelos una furgoneta de turistas. Nos movemos rápidamente hacia allí. El Rhino se acerca a otro y se quedan enfrentados mirándose durante un rato, a 50 metros de la furgoneta. Esperamos por si van a pelear pero al final no lo hacen. Solamente vemos rinocerontes blancos ya que el negro está en grave peligro de extinción (quedan 25 en todo Masai mara) y, además, son mucho más tímidos. Ambos son de color gris oscuro, pero esto apenas se ve ya que retozan en el lodo cubriendo enteros. la diferencia entre el negro y el blanco es la forma de la cabeza. En otro punto, una pareja y su cría pastan plácidamente, sin notar nuestra presencia. Apenas ven nada, solo sombras.

Para ver Rinocerontes, en Nakuru.

Y además, Flamencos (millones, tiñendo de rosa el Lago Nakuru), chacales, gacelas, topis, águilas, buitres, facóceros, elands (el mas grande de los plantigrados, del tamaño de una vaca y casi blanco ), cebras, hipopótamos, ñus, cocodrilos, antílopes de agua, avestruces… todo un mundo de especies en cruel armonía, ahí, detrás de la furgoneta. Algunas te miran, otras no y otras da la sensación de que ni te perciben. Quizás nuestra naturaleza sea amar, tener hijos y sobrevivir o quizás no… Una palabra no puede entrar dentro de su definición así que ni siquiera podemos decir lo que somos. Kenya en el corazón.

PD: Ten cuidado al pasar por el cuartel, no se te vaya a caer un botón.






sábado, 16 de noviembre de 2013

Kenya, Hell's Gate y Lago Naivasha

Al noroeste de Nairobi y no muy lejos, ( ¿100 km? ) está la ciudad de Naivasha, en el valle del Rift, territorio de los Kalenjin, tierra de corredores excelsos, de donde son aproximadamente 3 de cada 4 atletas de que, junto a los etíopes, arrasan en cada competición de máximo nivel, olimpiadas y mundiales. El valle del Rift es la tierra de Paul Tergat, Wilson Kipsang y Wilson Kipketer, a mas de 1500 metros de altitud tribus de pastores y paisaje de sabana. David Rudisha, El Orgullo de África, el más grande atleta en activo después de Usain Bolt no es Kalenjin sino Masai y no es coincidencia: la fisionomía del velocista (Y Rudisha casi lo es, empezó corriendo el 400) cuadra más con esa etnia que con la de los Kalenjin, mas finos y resistentes.

Naivasha es también el nombre del lago que se arrulla entre el volcán Longonot y el altiplano, donde habitan pelicanos, cormoranes, garzas e hipopótamos. Más al norte está el impresionante Lago Nakuru, patrimonio de la humanidad, donde habitan los rinocerontes, blancos y negros, a donde iría más adelante. En esta tierra habitan los citados kalenjin (que de manera más general viven más hacia el norte, hacia Eldoret y Kisumu) y los Masai, con sus vestidos rojos, sus orejas deformadas por los pendientes, sus collares y sus inmensos rebaños de vacas, ovejas y cabras. Apenas comen vegetales, solamente carne.



Cuenta la leyenda que en los alrededores del parque nacional de Hell´s Gate (La puerta del infierno) vivía hace 200 años una comunidad masai. Cuando el volcán Longonot entró en erupción mató a la mayoría en un infierno de lava, ceniza y temperaturas extremas. Los supervivientes, unos 50, huyeron a través del desfiladero valle abajo y se asentaron, asustados y dolientes, donde el terreno se lo permitió. Por aquel entonces el jefe de la tribu tenía una hija adolescente extremadamente bella, apasionante. En consonancia con las tradiciones, su padre la conminó a casarse con un anciano a lo que ella se negó. Tras discutir durante un tiempo y ella mantener la negativa, fue desterrada y obligada a caminar desfiladero arriba con el castigo añadido de no poder volver la vista atrás. La princesa, rota, emprendió el camino, obediente, pero tras varios kilómetros a través de las gargantas del valle, no pudo mas y por puro deseo de no olvidar a sus gentes, se volvió un instante. La maldición se consumó y quedó convertida en una inmensa roca. Esa roca está a la entrada del parque nacional.



El parque nacional se recorre en bicicleta, 8 kms de ida y 8 de vuelta en caminos arenosos, 4 euros de alquiler de una Mountain Bike que, en España, no valdría más de 20. La entrada está un kilómetro y medio antes de la roca volcánica mencionada que es propiamente, el comienzo de la sabana y del avistamiento de fauna. Zebras, Impalas (con su particular organización, por un lado el macho alfa y todas las hembras y por otro el grupo de solteros, a cierta distancia), Gacelas de varios tipos y Jirafas son fáciles de ver, pastando placidamente. Cuando con la bici nos aproximamos a una manada de búfalos, mi compañero me dice que, por si acaso, me prepare para pedalear a tope ya que estos impresionantes bóvidos tienen mala uva de vez en cuando. Por suerte están tranquilamente tirados en el césped y ni nos miran.  No logramos ver a los leopardos que son el gran depredador del parque junto a las águilas. El paseo en bicicleta bajo el sol ecuatorial es un contacto salvaje con la naturaleza. Me quemo el cuello y los brazos (Como no!) y, llegados a un punto, tras media hora de pedaleo entre animales y balsas de arena que me obligan a bajarme y empujar, toca caminar y bajar a las gargantas que recorrió la princesa masai, territorio de babuinos y monos que te miran con intensidad humana. Un grupo de franceses comen unos bocadillos y los monos se aproximan a ver si les cae algo. 

Estas gargantas, fruto de la erosión, escupen agua hirviendo, muestra de la enorme actividad volcánica que subyace. El agua, literalmente, quema. Visitamos la cocina del diablo, donde el barro esta ardiendo, descolgándonos por las gargantas. Los masai y nosotros no somos los únicos que hemos transitado este paisaje lunar: Los elefantes lo recorrieron hacia el norte hace siglos en una gran migración en busca de territorios más fértiles. En este parque se rodó Tombraider y se inspiró El Rey León.


Tras alucinar con la salvaje naturaleza del parque, tras mirar a las zebras a los ojos y sentirme en marte en sus desfiladeros, de vuelta, negocio con una local que me de un paseo en barca por el lago Naivasha (1500 Kes, unos 13 euros, tres cuartos de hora de regateo, por 2 horas de paseo en barca), en cuyas riberas se inspiró la escritora Karen Blixen para escribir Memorias de África. La densidad de aves es brutal, con los cormoranes dominando en número, pero con pelicanos de película nadando descuidadamente, patos, garzas y águilas pescadoras. Hasta 400 especies de aves. 



En las riberas, el antílope de agua, una especie de oveja grande marrón y peluda que se mete hasta el pecho en el lago a comer, con aspecto de animal tonto y gregario. Pero, sin duda, lo que me quita el habla y me excita es el hipopótamo. A pesar de no poder acercarte a menos de 20 metros por su extrema agresividad (que, además, no responde a cánones lógicos, ataca porque si) contemplar la grandiosidad de este anfibio es una experiencia fantástica, asomando la enorme cabeza entre los matojos. Arriba y abajo, entro en el agua, me refresco, subo y como un poquito. 


De vuelta a la polvorienta y adorable Nairobi, una hora y media de viaje, con la sensación de haber vivido un día diferente y único, en un paraje menos conocido que otros, pero que ofrece geología, historia, fauna y flora a raudales. De vuelta por el valle del Rift, con luz crepuscular, los Masai pastorean y las zebras me miran, ufanas. Parque nacional de Hell´s Gate y lago Naivasha, en mi retina, en mis pulmones. Donde habitaba el diablo, por donde migraron los elefantes y donde caza el leopardo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Tras mi paso por Kenya, Nairobi

Tres semanas conociendo Kenya, un nuevo país, una nueva realidad africana. Desde Europa creemos (o creía) que Africa es mas o menos homogénea, o al menos la denominada Africa subsahariana, uso habitual de los periodistas para señalar a los desgraciados náufragos que intentan alcanzar nuestras costas. Ellos también califican a Europa como un ente. Conocer algo es aprender a distinguirlo.

Kenya, un pais surgido de las colonias inglesas del Africa del este, donde conducen por la izquierda, toman té y desayunan alubias con tomate. El germen del país es el ferrocarril que unía la costa con Kampala, en Uganda, atravesando Nairobi, Kisumu y Eldoret. Nairobi, en el sur, es una ciudad tan grande como Madrid con un downtown (centro) plagado de rascacielos, franquicias y hombres con corbata. No se puede fumar por la calle. Sus habitantes son mayoritariamente cristianos (protestantes), aunque a medida que uno se acerca a la costa se encuentra con mas velos y burkas, en Mombasa. En el downtown, hay una gran mezquita, una iglesia anglicana, otra presbiteriana, varias católicas y un enorme recinto regido por los adventistas del séptimo día. Kenya, multirracial y multireligiosa. Nairobi, como mezclar la tradición inglesa con la realidad africana, con los slums, llamados en sudamerica fabelas o villas miseria.

Downtown de Nairobi.

Me sumerjo en el pais de Tergat y Rudisha, de Froome y lo primero que siento es que van por delante en desarrollo respecto a mi amado Senegal. Hay mas coches (todoterrenos), la gente viste mejor y el urbanismo tiene cierta estructura. Recogen la basura y tienen luz, de manera generalizada. Como en las ciudades en vías de desarrollo, este aparente progreso contrasta con suburbios muy pobres, inmensos, de casas de lata gris y plástico en el suelo como Kibera. La ciudad esta sobrevigilada, con ejercito y guardias de seguridad en centros comerciales, bares y centros turísticos, en parte debido a los recientes ataques islamistas pero, sobre todo, por el crimen (el cual no percibo, pero me lo cuentan) derivado de una estructura social muy desigual en recursos. La clase media vive en recintos cerrados, vallados con espino y seguridad privada, pero vive, existe y se la ve. El desarrollo de un país es el desarrollo de su clase media, es el indicador que mide el progreso y en Nairobi ciertamente la hay. La Universidad de Nairobi luce esplendida, con varios campus, y por las noches los clubs (mezcla de bar y discoteca, de raíz inglesa, con mesas y neón) bullen de trabajadores que bailan rítmica y compulsivamente hip hop americano, nigeriano y sudafricano, Daft Punk, Eminem, Robin Thickle. Allí, donde los jóvenes asalariados, como en España, pasan las noches entre cervezas y roce, anidan prostitutas y taxistas, configurando un cuadro curioso, de dinero y desesperación. 

Si vives en Nairobi, sufrirás atascos a diario. Fuera de las opulentas avenidas del centro, las infinitas carreteras que radicalmente conectan con los suburbios (como Ngong Road, hacia el oeste, donde me alojaba) son de un carril por sentido y arcenes que son a la vez aceras, paradas de autobús y mini mercados donde puedes comprar tabaco o bananas. El transporte público es caótico. Hay buses similares a los españoles, con lineas definidas (radiales, desde el downtown) y Matatus, furgonetas de 15 plazas que recorren a su antojo las avenidas. En cada bus (o Matatu) trabaja el chofer y un ayudante que canta los destinos y cobra a los viajeros. Coger un matatu requiere un plus de sabiduría y riesgo, saber a donde se dirige uno, no coger los vacíos (pararan o rodearan el destino hasta llenarse), saber lo que cuesta, trepar por encima de la gente para alcanzar un mugriento asiento sin espacio para las rodillas, aguantar el hip hop a todo trapo…, pero cuando lo conoces, es barato (entre 0,20 y 0,50 € por trayecto) y hasta se disfruta. Para ir a Karen, distrito al este de la ciudad, bosques y clase media alta, donde se encuentran muchas de las atracciones, normalmente cogía dos, aunque a veces también un motocarro de 4 plazas o hasta de paquete en una moto. Nunca sabes como llegaras a los sitios, solamente que puedes perderte y que la gente, siempre te ayudará. 


Orfanato de elefantes, Karen, Nairobi.

Nairobi, una ciudad cosmopolita, situada a 1660 m de altitud, donde el sol calienta a mediodía pero refresca por la noche. Caminar sus arcenes de tierra, interpelar a sus gentes, quemarme el cuello con el sol ecuatorial… En estas tierras de fauna salvaje y en esta ciudad inmensa, hay un parque nacional con leones, elefantes y jirafas y desde el helipuerto del International Conferential Centre, parece más un bosque que un área metropolitana. La gente me repetía que tuviera cuidado con los robos y yo, solo, caminado entre el polvo, pensaba en memorizar sus negocios callejeros (plantas y muebles desperdigados por las calles) y sus gentes, su estricto calor y sus nubes en el horizonte. Eucaliptus y monos por las calles, perros huérfanos y trajes impecables. Una ciudad que aglomera un país de 51 años de historia, de 42 tribus y de múltiples religiones. Suena el himno y nos paramos en la calle: no se puede caminar al oír el himno, por respeto. En el centro una comitiva enorme aguarda a que el presidente Uhuru Kenyatta salga de la iglesia; calles cortadas y miles (literalmente) de militares, choferes y acompañantes protegen a un puñado de curiosos entre los que no me encuentro. Cerveza Tusker por la noche. Un país con una historia de violencia, de recursos limitados, turismo excelso y culturas ancestrales con una capital bulliciosa y sorprendente.