martes, 10 de mayo de 2011

Lugares: Las Vegas

Antonio Armijo, un español, dio nombre a un valle desierto, en el lejano oeste de los Estados Unidos antes incluso de que fuera anexionado por la unión, alrededor de 1830. Cien años después comenzó a escribirse la historia de una de las mayores locuras colectivas del urbanismo contemporáneo, por muchas alcaldesas de Valencia que repitan cargo. Aprovechando la legalización del juego y la construcción de la monumental presa Hoover (que convirtió en habitable el lugar), se empezaron a construir casinos y hoteles en mitad del desierto. A día de hoy 17 de los 25 hoteles más grandes del mundo están en Las Vegas. La ciudad del estado de Nevada recibe 38 millones de visitantes al año mientras España entera recibe 53 millones y es la principal industria del país. Y eso en mitad de un desierto, en mitad de la nada. Sin recursos naturales ni catedrales góticas. Sin mar ni playas.
Nada más llegar el aire seco es lo único que nos recuerda que estamos en un paraje agreste. Antes, sin salir del propio aeropuerto, ya nos hacemos una idea de encontrarnos en un lugar diferente: en McCarran hay tragaperras. En USA solo está permitido jugar en 2 estados de la unión pero en esos dos se juega sin parar.
La ostentación es brutal. De hecho todos conocemos Las Vegas por las películas o series americanas y no defrauda, simplemente es exactamente como creemos que es. Mi primera impresión fue de día ya que llegamos a la mañana y no fue buena. El hormigón, de día, es gris. El asfalto, de día, es negro. Y el sol aprieta más de día que de noche..., sobre todo en Las Vegas. Pero de noche todo cambia y estalla la luz y el neón. Todos los casinos y resorts se iluminan enteros, ejerciendo la ostentación, el deporte favorito de la zona. El Bellaggio (Ocean´s eleven) pone en marcha las fuentes que sey el MGM Grand, un poco más abajo, en el strip, es verde entero e inabarcable por dentro. El Paris, el Venetian, con sus horteras pero trabajadas imitaciones de las ciudades referidas. El lujoso Wynn. El Caesars Palace (Resacón en Las Vegas) con su galería de tiendas donde siempre es de día. Cualquier combate de boxeo que se precie es en las Vegas. En una misma semana puedes tener a la filarmónica de Berlin, a Mark Knopfler y a The Who. Por supuesto que te puedes casar vestido de Elvis y tu mujer de Olivia Newton-John. Eso también es verdad en la ciudad que más mentiras vende.
Los espectáculos son inabarcables e impresionantes, pero a ese lugar se va a jugar. La entrada a los casinos es totalmente libre, sin ningún código de vestimenta. Puedes entrar sin dinero y sin camiseta. O con smoking. O enfundado en una bandera de Burkina Fasso y chanclas y calcetines. O como te de la gana. Realmente no les importa. La dedicación al turista es total y éstos le corresponden gastándoselo todo. Mientras juegues la bebida es gratis. Cualquier bebida y de la calidad que quieras. Si se te acaba la guita puedes pedir un préstamo al casino, en la correspondiente oficina y, si te arruinas y lo pierdes todo (no solo el dinero), el casino te ofrece su ayuda para curar tus problemas con el juego. Manda huevos. En el casino empieza y acaba todo. Está abierto 24 horas al día. La piscina y el bar también lo están. Todos los servicios de SPA también. Se puede fumar en casi cualquier sitio y si uno, por pura casualidad, gana dinero, el resort le ofrece la posibilidad de gastarlo en las tiendas más lujosas o en los espectáculos más suntuosos. También puedes visitar en helicóptero el único atractivo turístico natural que tiene el lugar: El Gran Cañón del Colorado por 300 dolares.
Un americano standard es ordenado y trabajador, con poco tiempo para él. Es ordenado y meticuloso hasta para su ocio y su familia a la que dedica exactamente una cantidad de tiempo, al día y a la semana. Las Vegas es una alcantarilla para los instintos de los estadounidenses, es como descorchar una botella que se agita 51 semanas al año. En ese lugar, nada está prohibido más allá del sentido común menos estricto. Abundan las drogas y la prostitución. Abunda el pecado. Abundan los excesos. En una mesa de Black Jack charlé con un muchacho que me dijo que llevaba tres días seguidos jugando y debía ser verdad a juicio de su cara. Ellos lo juegan seguido, por aquí lo repartimos más.
El turismo es Las Vegas. No hay nada parecido en el mundo. No hay ningún lugar que lo ofrezca todo a la vez y en todas las calidades y cantidades imaginables. Llegar desde Las Vegas a Ordizia (que es lo que hice) es como visitar la Luna, es como leer a Neruda después de comerte una hamburguesa con queso. Los dos sitios son necesarios, solamente que en proporción de 50 a 2 semanas que tiene el año en favor de ese pueblo del Goierri. Todo tiene su momento en la vida, Las Vegas también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario