miércoles, 1 de junio de 2011

Senegal, primeros recuerdos

En el pais Bassari hay 3 arboles "grandes". Por un lado están los tamarindos cuyas ramas se mascan. También hay baobabs, aunque menos que en la zona de la costa. Es un árbol curioso con un tronco potente de madera inservible y ramas pequeñas de donde cuelga el pan de mono, la comida de los simios. Pero sobre todo están las ceibas, grandiosas, enormes y con forma casi circular. Estas tres especies de arboles es uno de los muchos detalles que he añadido a mi vida los 10 días que he estado por allí.
En la población de Bandafassi conozco gente de tres etnias distintas. Allí conviven una mayoría Peul, un amplio grupo Bedik y algún Bassari. Cada etnia maneja su propio idioma y costumbres pero sin embargo no su propia religión, siendo mayoritariamente musulmanes. Si añadimos a esos idiomas el wólof, que originariamente es de la etnia homónima de la región de Dakar y Thies pero que hoy en día es la lengua nacional, y el francés nos ponen en nada menos que cinco los idiomas que se hablan en un pueblo al que yo le calculo 3000 habitantes como mucho. Es una riqueza cultural inmensa.
Aprieta el calor por la tarde y una buena solución es comer un mango. Yo creía que esa fruta la conocía pero allí es como otro producto, carnoso, madurado en el árbol. Los compro en el pueblo a 15 cms. de euro cada uno. Me siento bajo un árbol y espero a que lleguen los niños. En cuestión de diez minutos tengo tantos alrededor que casi no lo puedo manejar. En esto la diferencia es radical con Europa. Hay muchos niños y las madres son jóvenes. Aparte por aqui es habitual ver a las madres detrás de los niños siendo raro ver un niño menor de 6 años solo; en Senegal son los niños los que van detrás de las madres, que están trabajando todo el día. Por consejo de José María me llevé globos, pelotas y otros juguetes baratos que voy repartiendo a los niños a cambio de una sonrisa. Los desgastan literalmente.
Paso en el campamento de Leontine 7 noches. Mi habitación es una cabaña sin agua corriente y con luz solamente de siete de la tarde a una de la mañana. La rutina es acostarse pronto (aprovechando algo de la luz para poner el ventilador) y levantarme pronto. A mediodía y antes de que el sol se cuele por la ventana una siesta. Como se come alrededor de la una no hay problema. Entre medias visitar los proyectos y hablar con la gente. Prometo mejorar mi francés. Con eso la experiencia hubiera sido aun mejor. Gracias Ambrosio, excelente guía, mejor persona y traductor necesario.
He recuperado el olfato en Senegal y me ha venido bien. Las mujeres cocinan en la calle sobre unas brasas en un puchero. Los hombres dialogan tanto de la vida que se les va a desgastar la lengua mucho antes que las manos y los campos acaban de secarse ahora que llega la temporada de lluvias. Se empiezan a plantar el mijo, el cacahuete y el algodón.
Poco a poco iré escribiendo más de la experiencia a medida que los recuerdos y los sentimientos vayan aflorando y el color de África (gente negra con ropas y collares de colores brillantes sobre una pista ocre y arboles verdes bajo un cielo azul infinito) vaya anidando en mi retina de nuevo. Besos a África.

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