martes, 8 de noviembre de 2011

Reflexiones sobre la ayuda al desarrollo tras 20 maravillosos días en África.


Tras mi segundo viaje a Senegal, éste más largo, con mejor francés y a otra zona, noto como mi habitual escepticismo va en aumento. Mis deseos son claros: Contribuir a mejorar la vida de la gente y crecer como persona mediante el contacto con otros modos de vida. Lo segundo va viento en popa y cada vez soy más consciente de la volatilidad de la felicidad, de la necesidad de concretar los valores humanos que queremos que guíen nuestros actos y nuestras relaciones con las personas. Me veo a mi mismo cada vez un poquito menos prejuicioso y más tolerante.

Pero lo primero, la contribución a la mejora de la calidad de vida de las personas, me parece un reto hercúleo. Ahora mismo la realidad de Senegal me parece cada vez más un fractal, algo que a medida que te acercas va siendo más y más complejo y no sé hasta que punto puedo comprender, no sé hasta que punto puedo mejorar. Las pequeñas parcelas de realidad que encuentro hablando con la gente, con las matronas, con los camareros, con los enfermeros, con Demba son todas realidades demasiado parciales con el sesgo cultural claro del desconocimiento de otras realidades. Son porciones de resina en el tronco de un árbol en un bosque frondoso, en un lugar remotamente amplio y lejano.

¿Qué es el desarrollo de un país?. Tras hablar con mis padres descubro que algunas de las cosas que nos parecen subdesarrollo son simple y llanamente similares (si no idénticas) a como éramos en España (o en Castilla al menos) hace 50 años. Algunos ejemplos son:
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-      Mi abuelo murió en 2002 con 80 años sin haberse duchado nunca. En casa de mi madre no había baño ni retrete.
-        Se comía alrededor de la cazuela sentados sobre taburetes.
-       Los transportes se hacían en burro. Mi abuelo tenía uno y yo tengo fotos con 4 o 5 años en el burro de mi abuelo.
-       No había tractores. Los primeros debieron llegar en la década de los 60 o 70. Se araba con medios manuales o con bueyes.
-       La mujer vivía supeditada al marido, no trabajaba fuera de casa y tenía un montón de hijos. Mi padre son 9 hermanos. Mi abuelos 9 cada uno tambien.
-       Los niños jugaban solos por las calles. Las madres no estaban todo el día encima de los niños.
-    Las matronas eran mujeres locales formadas por una matrona mayor que no cobraban de ningún sistema de salud y ayudaban a los partos de motu propio. La abuela de Ángela era matrona.

Son simplemente ejemplos, pero no tan lejanos. Es evidente el cambio que ha habido en nuestro país en los últimos 50 años pero, ¿Es el mismo progreso que queremos para Senegal?. ¿Estamos tan a gusto con la sociedad que tenemos que queremos calcar el desarrollo a países menos avanzados?. La respuesta es claramente, yo NO.

Lógicamente hay cosas en las cuales si me gustaría que avanzara la sociedad senegalesa a imagen y semejanza de la española como pueden ser la igualdad de la mujer respecto al hombre, la mejora de las condiciones sanitarias, el acceso a medicamentos y a una alimentación equilibrada, la disminución de la mortalidad infantil, las protecciones sociales y la escolarización total de la población. Estos son campos donde debemos ayudar a la población de manera clara y así lo hace Yakaar con los huertos que intentan contribuir a una mejora de la alimentación o los programas sanitarios

Pero, ¿es eso todo?, claramente no. La sociedad occidental, capitalista, maneja otros valores que demos de cuidarnos mucho de exportar, como puede ser la sacralización de la propiedad privada, el régimen capitalista de consumo, la prevalencia del mercado sobre otros ideales o la consagración del beneficio económico como fin último de la actividad humana y empresarial. Creo que demos cuidar mucho la exportación de ese tipo de valores ya que han conducido aquí, en Europa, a una miseria moral, a una aceleración inútil de la vida de las personas, a una explotación de los recursos naturales que está invirtiendo el camino hacia la felicidad. Paradójicamente, a día de hoy, esos valores adornados de marketing, de hamburguesas y de autopistas están empujando a miles (o millones) de africanos a venirse a este supuesto paraíso para ser explotados. Esos perniciosos valores en sociedades culturalmente menos maduras conducen a la creación de oligarquías inmensamente ricas, aumenta exponencialmente las injusticias sociales, destruye el ámbito rural y saquea los recursos naturales. Por ejemplo, México. Por ejemplo, India.

Además, en España hay que trabajar duro para poder comer. En África, no. En Europa, el nivel de consumo que se nos impone es excesivo y un sueldo de 1500 euros se diluye como un azucarillo. La solución (en lo que a la sociedad se refiere, no en casos individuales) siempre va por ingresar más, nunca por gastar menos ya que la ausencia de consumo derribaría el “sistema”. ¿En serio queremos un Senegal así, una sociedad consumista atiborrada de achiperris inútiles y que condene a la gente a trabajar 12 horas diarias? Claramente, yo NO. Eso es lo que les vendemos y les empuja a pagar 1000 euros por una plaza en un cayuco.

Tengamos cuidado. ¿Qué es la ayuda al desarrollo? Lo que aquí no nos hace felices no debemos exportarlo pero, inconscientemente, lo hacemos. Los senegaleses se quedan prendados cuando ven un Iphone de 400 euros, una cámara de fotos con 200 funciones, cremas hidratantes, gafas de sol etc…. La rueda nos ha cogido, estamos atrapados pero intentemos potenciar valores ya presentes y, en algún caso, adoptemos como propios conceptos muy interesantes. Por ejemplo la “Vida Lenta”, el vivir sin prisa, la relativización de los horarios. No todo es urgente. Por ejemplo, el concepto de Teranga, la hospitalidad senegalesa, vivir con las puertas de las casas abiertas, ofrecer siempre un plato de arroz o una taza de té a un conocido que se cuela en el patio… La convivencia entre religiones y etnias es mucho mejor que en España donde musulmanes o gitanos viven normalmente una realidad apartada de la mayoría.

¿Cómo podemos ayudar al desarrollo? Tratando de que aprendan pero también tratando de que no aprendan. Donando pero también enseñando a donar. Transmitir la importancia del trabajo humano pero no que sea lo único importante. No vale más el que más tiene. No es necesario consumir para ser feliz.

Después de darle muchas vueltas creo que lo más importante es que no haya guerras que desaten el odio entre etnias o grupos y destruyan la convivencia. Pienso y pienso en los proyectos y creo que realmente ayudan a la población pero soy un mar de dudas. Espero que el tiempo me ayude a disiparlas.

1 comentario:

  1. genial la entrada sobre cooperación, es un debate interno del que siempre se encuentra uno con muchos pros pero también con algunos contas, y tú, has sabido localizarlos. enhorabuena Álvaro, no por cooperar con esas personas, sino por tener el placer de hacerlo.

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