viernes, 16 de agosto de 2013

Carta abierta a los hermanos musulmanes

Queridos hermanos musulmanes:

Los estados se podrían definir como aquellos entes territoriales que monopolizan la violencia. Antiguamente, la ley era "la del más fuerte" lo cual era un verdadero engorro si eras bajo, débil o enfermizo. La civilización decidió dotarse de policía o ejércitos para evitar que la violencia reinara en las calles a través de otra violencia, organizada e instrumentada, en aras de supuestos valores comunes. De ese modo, y a través de la ley, se limpiaban las calles de sangre en una especie de acuerdo sacrosanto que consiste en: Yo, el poderoso te dejo hacer más o menos tu vida, tener a tus hijos, trabajar por un salario y relacionarte con la sociedad a cambio de que tu, populacho, respetes mi poder, cumplas mis normas y no me toques las narices. En caso de conflicto, el poder será abyecto contigo, te violará y te torturará, te matará.

Soñasteis con un estado libre de generales cuando aquella primavera, hace dos años, os echasteis a las calles, invadisteis plazas y mercados y exhortasteis libertad y elecciones. Tunez, Argelia y otros paises provocaron un escalofrío en la columna vertebral del sistema. Y vosotros, herederos de Ramses y Cleopatra, hijos de la mas duradera y brillante civilización de la época moderna, que creasteis dioses y templos, Luxor y Karnak, la esfinge y los jeroglíficos, durante unos meses lo conseguisteis. Derrocasteis a Mubarak y tuvisteis vuestras elecciones. 800 muertos os costaron y en un juicio muy complejo, sorprendente, el viejo y enfermo Mubarak, treinta años presidente, heredero y pervertidor de Anwar el Sadat, fue condenado a cadena perpetua y no a muerte.

Esas elecciones fueron históricas para vosotros y el hermano Morsi, culto, formado en USA, profesor universitario, fue elegido presidente por décimas. ¿Quien os iba a decir que lo peor estaba por llegar? Nuevamente derrocados, con Morsi preso, os acaban de masacrar los generales, tiñendo El Cairo, Alejandria y Suez de rojo, pintado nubes negras en el cielo. 600 mártires y seguís contando y llorando. Mientras lloráis a vuestros muertos y rechináis los dientes, os diría que os acordarais de Gandhi y de Mandela, de aquellos que a través del perdón y la reconciliación obtuvieron el amor de su pueblo y la paz de los justos. No seais como ellos, condecorados generales gordos y temerosos, y debéis saber perdonar. Y si, después de todo, elegis el camino de la lucha, el cual no os recomiendo, debeis saber que os enfrentáis a un golem que no dudara en reprimir y matar y al que no venceréis nunca con las pistolas.

El camino a la libertad es tortuoso, queridos hermanos, y vosotros estáis en las primeras curvas. El perdón debe ser infinito y debéis usar las calles, no invadirlas. Os han quemado vivos pero solamente acaban de empezar. No respondais con fuego al fuego y las cosas llegaran, con calma pero con asertividad. Sois el país más grande de la historia, sois los constructores de las pirámides. Yo vivo en un país dormido, España, donde no salimos a la calle para defendernos de nuestros ogros y en eso, os envidio. Vuestra primavera durará años pero debeis saber que el monstruo nunca saciará su apetito. Elegid bien las batallas en que os involucráis.

Os admiro profundamente y solo espero que cuando alcancéis el poder, seáis todo lo respetuosos que no han sido con vosotros y elijáis el camino de la reconciliación. El corán tambien habla de amor y de paz. Nelson Mandela, postrado en su cama, anciano y enfermo, os enseñará el sendero.

Mientras seguis atados a las sabanas manchadas que cubren a vuestros hijos, hermanos y amigos, acribillados, el mundo os apoya. Lloramos con vosotros. Sentimos vuestro dolor. Desde nuestra inferioridad, os queremos hermanos, sed dignos de nuestro cariño.




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